No comprendo este
nuevo síntoma de mi enfermedad. He perdido por completo la vista y tengo
la asfixiante sensación de estar encerrado. No sé cuántas horas (o
días) habré estado sin sentido. Lo último que recuerdo es el brillo de
una lamparilla y un rumor de sollozos en el cuarto. Ahora quisiera decir
a todos que he vuelto en mí; pero he perdido, aparte del habla, también
todo movimiento salvo el del brazo derecho, que, al moverme, tropieza
con algo que debe ser la pared de la habitación pero que, por causa de
la perturbación de la sensibilidad que sufro, a mí me parece como una
tabla. También experimento extrañas sensaciones, como un perfume de
flores que parece ascender desde mis pies. Son penosos fenómenos que,
evidentemente, confirman la extremada gravedad de mi estado.
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