La niña que
mira al cielo lleva los ojos llenos de estrellas.
La niña que
mira al cielo puede volar con los ojos abiertos, agarrada a la cola de una
estrella fugaz.
La niña que
mira hacia el cielo se ve en el espejo, un reflejo de luna de plata.
La angustia
de saberse monigote de papel en medio de la tormenta.
La música de
la lluvia sobre los tejados suena a nostalgia de no caer sobre la tierra
desnuda.
La realidad
amaneció más borrosa que de costumbre. Con la tinta corrida, chorreando.
El monstruo
del armario se ha mudado a la despensa. Allí puede comerse tranquilo las
galletas.
El monstruo
de la despensa duerme con la cabeza sobre un paquete de azúcar, y abrazando los
cereales muy fuerte con sus tentáculos.
La galaxia
de mi armario me acompaña por las noches con un sonido metálico, de planetas
moviéndose.
La galaxia
ha engullido al monstruo que la miraba, hipnotizado, con los tentáculos
chorreando, dentro del armario.
Mi monstruo
ya ha salido del armario. Se ha liado con el fantasma del desván. Su amor es de
niebla y tentáculos.
He salido de
la ducha y he aparecido en el Londres Victoriano, a orillas del Támesis una
noche de mucha niebla.
Papel en
blanco y pinturas para dibujar su destino. Dibujó estrellas doradas y una luna
sonriente sobre un cielo añil.
Gastó años
intentando escapar del laberinto hasta que descubrió que allí,en los pasadizos
de altos muros, podría construir su hogar.
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