El día de mi
cumpleaños, mi sobrina me regaló un bonsái y un libro de instrucciones para
cuidarlo. Coloqué el bonsái en la galería, con los demás tiestos, y conseguí
que floreciese. En otoño aparecieron entre la tierra unos diminutos insectos
blancos, pero no parecían perjudicar al bonsái. En primavera, una mañana, a la
hora de regar, me pareció vislumbrar algo que revoloteaba entre las hojitas.
Con paciencia y una lupa, acabé descubriendo que se trataba de un pájaro
minúsculo. En poco tiempo el bonsái se llenó de pájaros que se alimentaban de
los insectos. A finales de verano, escondida entre las raíces del bonsái,
encontré una mujercita desnuda. Espiándola con sigilo, supe que comía los
huevos de los nidos. Ahora vivo con ella, y hemos ideado el modo de cazar a los
pájaros. Al parecer, nadie en casa sabe dónde estoy. Mi sobrina, muy triste por
mi ausencia, cuida mis plantas como un homenaje al desaparecido. En uno de los
otros tiestos, a lo lejos, hoy me ha parecido ver la figura de un mamut.
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