viernes, 27 de marzo de 2015

Donde se demuestra que la Tierra es esférica. Gonzalo Suárez. Microrrelato.



El hombre no tenía nariz, ni ojos, ni boca.
Y el rostro estaba cubierto de pelo.
Me llamaron a mí, para que investigara.
La encuesta no fue tan sencilla como posteriormente pudierais imaginar.
Me proporcionaron el pasaje de avión, y volé hasta las antípodas. Y de allí volví al punto de partida.
Por la otra cara del mundo.
Era preciso actuar con cautela, puesto que en ello estribaba el éxito de la empresa.
Sólo así pude averiguar lo que averigüé, y redacté un informe de setenta y siete páginas.
Del cual se deducía que: aquel hombre estaba de espaldas.


jueves, 26 de marzo de 2015

Triángulo criminal. Raúl Brasca. Microrrelato.



Vayamos por partes, comisario: de los tres que estábamos en el boliche, usted, yo y el "occiso", como gusta llamarlo -todos muy borrachos, para qué lo vamos a negar- yo no soy el que escapó con el cuchillo chorreando sangre. Mi puñal está limpito como puede apreciar; y además estoy aquí sin que nadie haya tenido que traerme, ya que nunca me fui. El que huyó fue el "occiso" que, por la forma como corría, de muerto tiene bien poco. Y como él está vivo, queda claro que yo no lo maté. Al revés, si me atengo al ardor que siento aquí abajo, fue él quien me mató. Ahora bien, puesto que usted me está interrogando y yo, muerto como estoy, puedo responderle, tendrá que reconocer que el "occiso" no sólo me mató a mí, también lo mató a usted. 


martes, 24 de marzo de 2015

Te encontré en los libros. Eva Sánchez Palomo. Microrrelato.



Te encontré en los libros. Te vi parada allí, como yo, observando.

La primera vez me sorprendió encontrarte oculta entre las sombras. Mirabas cómo el preso 34 retiraba con manos cansadas, anhelantes, la pesada piedra para recibir entre sus brazos a un sabio italiano. Hacía frío y todo estaba oscuro allí, entre los muros gruesos de la celda más oculta del Castillo de If.

Volví a encontrarte muchas veces: caminando por las calles opresivas, verticales, de una mojigata Vetusta; divertida y orgullosa del nuevo gobernador de Baratalia; vagando entre las voces fantasmales en Comala; enloqueciendo de terror en la Universidad de Miskatonic o mirando conmovida una piedra solitaria, sin inscripción alguna allá, allá lejos, donde habita el olvido.

La última vez quise llamarte, tocarte el hombro y saludarte. Pero tú ya despertabas bajo un árbol, molesta, con las hojas acariciándote el rostro, mientras yo solo empezaba a caer, rodando por la madriguera, detrás de un conejo blanco.


domingo, 22 de marzo de 2015

Avisos. Juan José Millás. Microrrelato.



El otro día, en el contestador automático de mi teléfono, una voz angustiada había dejado el siguiente mensaje: "Mamá, soy yo, Cristina, que si puedo cenar hoy en tu casa, sólo te llamo para eso, para saber si puedo cenar contigo esta noche, avísame, por favor, no dejes de avisarme estaré toda la tarde aquí, soy Cristina".

Evidentemente, no soy la madre de Cristina, así que se quedó sin cenar la pobre, y yo también, pues no fui capaz de freír un par de huevos conociendo el drama de esa pobre chica. Algunas voces anónimas son como microorganismos que te infectan el día, y no hay Frenadol que las pare.

Al día siguiente de lo de Cristina llegué a casa, le di a la tecla del contestador y alguien dijo: "Pedro, que lo de Luis, por fin, era maligno y encima Marisol se ha roto un brazo. A mamá no le hemos dicho nada todavía porque con las crisis respiratorias que tiene últimamente no lo soportaría. Nacho, por fin, va a repetir el COU". Evidentemente, tampoco soy Pedro, no conozco a Luis ni a Marisol, y me importa un rábano que Nacho repita el COU, pero me amargó la vida esa acumulación de desgracias ajenas, qué quieren que les diga. Cuando llevas dos días seguidos escuchando mensajes de este calibre, el receptáculo donde se aloja la cinta del contestador empieza a parecerte un nicho ecológico donde se reproducen microorganismos perjudiciales para la salud emocional, así que desinfecté la cinta, pero al regresar del trabajo escuché: "Miguel, es la última vez que me das un plantón porque esta misma tarde me voy a suicidar". Tampoco soy Miguel, pero estuve tres días con mala conciencia buscando una muerte violenta en la sección de sucesos, y así no se puede vivir.

De manera que hoy, decidido a defenderme, he marcado al azar unos números hasta dar con un contestador en el que he grabado el siguiente mensaje: "Marta, que vengas en seguida porque Manolito se ha caído por el hueco de la escalera y Ricardo se ha tragado una cuchilla de afeitar, pero no me puedo mover de casa porque no tengo con quién dejar al bebé. Date prisa". Ha sido un desahogo, la verdad, me he quedado más ancho que largo. Y pienso subir el tono si la guerra se prolonga. El que avisa no es traidor.


sábado, 21 de marzo de 2015

Había en el fondo del mar. Luis Cernuda. Poema en prosa.

Había en el fondo del mar una perla y una vieja trompeta. Las sutiles capas del agua sonreían con delicadeza al pasar junto a ellas, las llamaban las dos amigas.
Había un niñito ahogado junto a un árbol de coral. Los brazos descoloridos y las ramas luminosas se enlazaban estrechamente; los llamaban los dos amantes.
Había un fragmento de rueda venida desde muy lejos y un pájaro disecado, que asombraba como elegante extranjero a los atónitos peces; les llamaban los nómadas.
Había una cola de sirena con reflejos venenosos y un muslo de adolescente, distantes la una del otro; les llamaban los enemigos.
Había una estrella, una liga de hombre, un libro deteriorado y un violín diminuto; había otras sorprendentes maravillas, y cuando el agua pasaba, rozándolas suavemente, parecía como si quisiera invitarlas a que la siguieran en cortejo centelleante.
Pero ninguna era comparable a una mano de yeso cortada. Era tan bella que decidí robarla. Desde entonces llena mis noches y mis días; me acaricia y me ama.
La llamo la verdad de amor.

 Foto: Luis Cernuda en Castropol, Asturias, 1935.

El globo. Miguel Saiz Álvarez. Microrrelato.


Mientras subía y subía, el globo lloraba al ver que se le escapaba el niño.

Mural de Bansky.