Melilla,
verano de 1936: estalla el golpe de estado contra la república
española.
El
trasfondo ideológico será explicado, tiempo después, por el
ministro de Información, Gabriel Arias Salgado:
-El
Diablo vive en un pozo de petróleo, en Bakú, y desde allí da
instrucciones a los comunistas.
El
incienso contra el azufre, el Bien contra el Mal, los cruzados de la
Cristiandad contra los nietos de Caín. Hay que acabar con los rojos,
antes de que los rojos acaben con España: los presos se dan la gran
vida, los maestros desalojan a los curas de las escuelas, las mujeres
votan como si fueran varones, el divorcio profana el sagrado
matrimonio, la reforma agraria amenaza el señorío de la Iglesia
sobre las tierras…
El
golpe nace matando, y desde el principio es muy expresivo.
Generalísimo
Francisco Franco:
-Salvaré
a España del marxismo al precio que sea.
-¿Y
si eso significa fusilar a media España?
-Cueste
lo que cueste.
General
José Millán-Astray:
-¡Viva
la muerte!
General
Emilio Mola:
-Cualquiera
que sea, abierta o secretamente, defensor del Frente Popular, debe
ser fusilado.
General
Gonzalo Queipo de Llano:
-¡Id
preparando sepulturas!
Guerra
Civil es el nombre del baño de sangre que el golpe de estado desata.
El lenguaje pone, así, el signo de la igualdad entre la democracia
que se defiende y el cuartelazo que la ataca, entre los milicianos y
los militares, entre el gobierno elegido por el voto popular y el
caudillo elegido por la gracia de Dios.
Espejos. Una historia casi universal. Eduardo Galeano, 2008.
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