Nos
besamos largamente. Nos fuimos deshaciendo poco a poco. Te asustaste
y solo me miraste, asombrada de que me fuera licuando frente a tus
ojos hasta ser un pequeño charco de agua cristalina a tus pies. Te
agachaste a tocarme, como si no te convencieras, y te llevaste los
dedos a la boca, para beberme. Entonces, por un instante, fui tus
lágrimas. Luego, te secaste con un pañuelo (recuerdo que era mío)
y te marchaste, solitaria.
Caracolas. Juan Romagnoli, 2017.
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