La
niña llegó en el barco de carga. Tenía la naricilla gorda,
hinchada, y los ojos de otro color que los suyos. En el pecho le
habían puesto una tarjeta que decía: «Sabe hablar algunas palabras
en español. Quizá alguien español la quiera».
La quiso un
español y se la llevó a su casa. Tenía mujer y seis hijos, tres
nenas y tres niños.
-¿Y qué sabes decir en español, vamos a
ver? La niña miraba al suelo.
-¿Ser nice?-Y todos se reían-.
Me custa el socolate. -Y todos se burlaban.
La niña cayó
enferma. «No tiene nada», decía el médico. Pero se estaba
muriendo. Una madrugada, cuando todos estaban dormidos y algunos
roncando, la niña se sintió morir. Y dijo:
-Me muero. ¿Está
bien dicho?
Pero nadie la oyó decir eso. Ni ninguna cosa más.
Porque al amanecer la encontraron muda, muerta en español.
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