(A
Ana Madre)
Un
hombre entra a la tienda. La chaqueta de cuero, gastada, sucia,
atrapa su mirada de inmediato. La dependienta musita un precio
ridículo, como si quisiera regalársela. Sólo porque tiene un
orificio justo en el corazón. Sólo porque tras el cuero, el
chiporro blanco tiene una mancha rojiza que ningún detergente ha
podido sacar. El hombre sale feliz a la calle. A pocos pasos, unos
enmascarados disparan desde un callejón. Una bala hace un giro en
ciento ochenta grados de su destino original. Se diría que la bala
tiene memoria. Se desvía y avanza, gozosa, hasta la chaqueta.
Ingresa, conocedora, en el orificio. El hombre congela la sonrisa
ante el impacto. La dependienta, corre a desvestirlo y a colgar
nuevamente la chaqueta en el perchero. Lima sus uñas distraída,
aguardando.
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