martes, 29 de enero de 2019
Cigarras y hormigas. Alberto Barrera.
Durante ese verano, ese otoño y esa primavera, la cigarra cantó, leyó libros maravillosos, se hinchó de frutas de comarcas lejanas, fornicó y bebió hasta desfallecer, durmió sobre el humo de las tablas de sauce. Mientras, la hormiga —que sabe leer y conoce la historia— saqueó con su modestia la montaña, llenó de hojas, migajas y restos de vecinos muertos toda su cueva. Meticulosa, la hormiga pasó el año ahorrando para cuando el viento y la lluvia feroz.
Y llegó el invierno (como suele suceder en la literatura y en el mundo) y arrasó con todos los planetas. Del reino sólo quedaron raíces y hojas de plátano, susurros atrapados bajo hielo, cadáveres simples y pequeños (cigarras y hormigas, por ejemplo).
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