Al
principio, las ranas cantaban al amanecer —como acostumbran hacerlo
los pájaros—, para celebrar la luz de un nuevo día. Con el correr
del tiempo, sin embargo, descubrieron que ese desbordamiento de
alegría resultaba insensato, pues mientras más cantaban al sol, más
secaba éste las aguas.
Desde entonces, y en venganza, las ranas
cantan la llegada de la noche, pero lo hacen despacio, sin emoción,
no sea que de repente la oscuridad también les resulte nociva.
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