-Papá…
-¿Qué?
-Yo
y mi amiga Nadia siempre estamos juntas.
-Claro, mujer, porque
es tu amiga.
-En clase… en el recreo… a la hora de
comer…
-Estupendo… es una niña buena y juiciosa.
-Pero
en la hora de religión yo voy a una clase y ella a otra.
Miró
a la madre y vio que sonreía, ocupada en bordar un mantel. Y dijo,
sonriendo también:
-Sí… pero sólo en la clase de
religión…
-¿Y por qué, papá?
-Porque tú eres de una
religión y ella de otra.
-Pero, ¿por qué, papá?
-Porque
tú eres musulmana y ella cristiana.
-¿Y por qué, papá?
-Eres
aún muy pequeña, ya lo comprenderás…
-No, ¡soy mayor!
-No,
eres pequeña, cariñito…
-¿Y por qué soy musulmana?
Debía
ser comprensivo y delicado: no faltar a los preceptos de la pedagogía
moderna a la primera dificultad. Contestó:
-Porque papá es
musulmán… mamá es musulmana…
-¿Y Nadia?
-Porque su
papá es cristiano y su mamá también…
-¿Porque su papá
lleva gafas?
-No… Las gafas no tienen nada que ver. Es porque
su abuelo también era cristiano y…
Siguió con la cadena de
antepasados hasta aburrirse. Trató de cambiar el tema pero la niña
preguntó:
-¿Cuál es mejor?
Dudó un momento antes de
contestar:
-Las dos…
-¡Pero yo quiero saber cuál es
mejor!
-Es que las dos lo son.
-¿Y por qué no me hago
cristiana para estar siempre con Nadia?
-No, cariñito, es mejor
que no. Hay que ser lo mismo que papá y que mamá…
-¿Y por
qué?
Francamente: la pedagogía moderna es tiránica.
-¿Por
qué no esperas a ser mayor?
-No. ¡Ahora!
-Bien. Digamos
que por gusto. A ella le gusta más una y tú prefieres la otra. Tú
eres musulmana y ella tiene otro gusto. Por eso tienes que seguir
siendo musulmana.
-¿Nadia tiene mal gusto?
Dios te
confunda a ti y a Nadia. Había metido la pata a pesar de todas las
precauciones. Se lanzó sin piedad al cuello de una botella.
-Sobre
gustos no hay nada escrito. Lo único imprescindible es seguir siendo
como papá y mamá…
-¿Puedo decirle que ella tiene mal gusto
y yo no?
Salió al paso:
-Las dos son buenas: tanto el
Islam como el Cristianismo adoran a Dios.
-¿Y por qué yo lo
adoro en una habitación y ella en otra?
-Porque ella lo adora
de una manera y tú de otra.
-¿Y cuál es la diferencia,
papá?
-Ya lo estudiarás el año que viene o el otro. Por el
momento confórmate con saber que el Islam y el Cristianismo adoran a
Dios.
-¿Y quién es Dios, papá?
Se detuvo, reflexionó un
segundo y preguntó, extremando las precauciones:
-¿Qué os ha
dicho Abla?
-Lee la azora y nos enseña a rezar, pero yo no sé.
¿Quién es Dios, papá?
Se quedó pensando con sonrisa torcida.
Luego:
-Es el Creador del mundo.
-¿De todo?
-De
todo.
-¿Qué quiere decir Creador, papá?
-Quiere decir
que lo ha hecho todo.
-¿Cómo, papá?
-Con su sumo
poder.
-¿Y dónde vive?
-En todo el mundo.
-¿Y antes
del mundo?
-Arriba…
-¿En el cielo?
-Sí…
-Quiero
verlo.
-No se puede.
-¿Ni en la televisión?
-No.
-¿Y
no lo ha visto nadie?
-Nadie.
-¿Y por qué sabes que está
arriba?
-Porque sí.
-¿Quién adivinó que estaba
arriba?
-Los profetas.
-¿Los profetas?
-Sí, como
nuestro profeta Mahoma.
-¿Y cómo, papá?
-Por una gracia
especial.
-¿Tenía Mahoma los ojos muy grandes?
-Sí.
-¿Y
por qué, papá?
-Porque Dios lo creó así.
-¿Y por qué,
papá?
Contestó tratando de no perder la paciencia:
-Porque
puede hacer lo que quiera…
-¿Y cómo dices que es?
-Muy
grande, muy fuerte, todo lo puede…
-¿Como tú, papá?
Contestó
disimulando una sonrisa:
-No se puede comparar.
-¿Y por
qué vive arriba?
-Porque en la tierra no cabe, pero lo ve
todo.
Se distrajo un momento, pero volvió:
-Pues Nadia me
ha dicho que vivió en la tierra.
-No es eso; es que lo ve todo
como si viviese en todas partes.
-Y también me ha dicho que la
gente lo mató.
-No, está vivo, no ha muerto.
-Pues Nadia
me ha dicho que lo mataron.
-Qué va, cariño, creyeron que lo
habían matado pero estaba vivo.
-¿El abuelo también está
vivo?
-No, el abuelo murió.
-¿Lo han matado?
-No, se
murió.
-¿Cómo?
-Se puso enfermo y se murió.
-Entonces
¿mi hermana va a morirse?
Frunció las cejas y contestó,
advirtiendo un movimiento de reproche por parte de la madre:
-Ni
mucho menos, ella se curará si Dios quiere…
-¿Por qué se
murió entonces el abuelo?
-Porque cuando se puso enfermo era ya
mayor.
-¡Pues tú eres mayor, has estado enfermo y no te has
muerto!
La madre lo miró enfadada. Luego, intranquila, pasó la
vista de uno a otra. Él dijo:
-Nos morimos cuando Dios lo
dispone.
-¿Y por qué dispone Dios que nos muramos?
-Porque
es libre de hacer lo que quiere.
-¿Es bonito morirse?
-Qué
va, mi vida.
-¿Y por qué Dios quiere una cosa que no es
bonita?
-Todo lo que Dios quiere para nosotros es bueno.
-Pero
tú acabas de decir que no lo es.
-Me he equivocado,
querida.
-¿Y por qué mamá se ha enfadado cuando he dicho que
por qué no te habías muerto?
-Porque todavía no es la
voluntad de Dios que yo muera.
-¿Y por qué no, papá?
-Porque
Él nos ha puesto aquí y Él nos lleva.
-¿Y por qué,
papá?
-Para que hagamos cosas buenas aquí antes de irnos.
-¿Y
por qué no nos quedamos siempre?
-Porque si nos quedásemos no
habría sitio para todos en la tierra.
-¿Y dejamos todas las
cosas buenas?
-Sí, por otras mucho mejores.
-¿Dónde
están?
-Arriba.
-¿Con Dios?
-Sí.
-¿Y lo
veremos?
-Sí.
-¿Y eso es bonito?
-Claro.
-Entonces,
¡vámonos!
-Pero aún no hemos hecho todas las cosas
buenas.
-¿El abuelo las había hecho?
-Sí.
-¿Cuáles?
-Construir
una casa, plantar un jardín…
-¿Y qué había hecho el primo
Totó?
Por un momento se puso sombrío. Echó a la madre
furtivamente una mirada desvalida, luego contestó:
-Él también
había construido una casa, aunque pequeña, antes de irse…
-Pues
Lulú el vecino me pega y nunca hace cosas buenas…
-Es que él
ha nacido anormal.
-¿Y cuándo va a morirse?
-Cuando Dios
quiera.
-¿Aunque no haga cosas buenas?
-Todos tenemos que
morir. Los que hacen cosas buenas se van con Dios y los que hacen
cosas malas se van al infierno.
Suspiró y se quedó callada. El
padre se sintió materialmente aliviado. No sabía si lo había hecho
bien o si se había equivocado. Aquel torrente de preguntas había
removido interrogaciones sedimentadas en lo más hondo de sí. Pero
la incansable criatura gritó:
-¡Yo quiero estar siempre con
Nadia!
La miró inquisitivo y ella declaró:
-¡En la clase
de religión también!
Se rio estrepitosamente, la madre también
rio, él dijo bostezando:
-Nunca imaginé que fuera posible
discutir estas cuestiones a semejante nivel…
Habló la
mujer:
-Llegará el día en que la niña crezca y puedas
razonarle las verdades.
Se volvió para comprobar si aquellas
palabras eran sinceras o irónicas y la encontró enfrascada en el
bordado.
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