jueves, 27 de febrero de 2020

La extraña. Félix Albo.

Los siete últimos años de vida mi abuela los compartió con la enfermedad de Alzheimer. Sus seis hijas, ayudando al proceso degenerativo, decidieron que abandonara el hogar donde había vivido toda su vida y fuera de casa en casa, de mes en mes.
Yo la recuerdo en la mía, a 515 kilómetros del pueblo, deambulando del salón a la cocina, sin pausa, para volver de la cocina al salón con la misma prisa.
Ven —me dijo una mañana en la que no me dejaba centrar mi atención en los estudios—. Ven un momento que en la puerta hay una vieja que me está mirando.
Me levanté. Fui al recibidor y abrí la puerta. Como había previsto, allí no había nadie.
No hay nadie, abuela —le dije al regresar.
Con gesto de fastidio se amarró a mi brazo tirando de él. Ven.
Despacito, salimos del salón.
Despacito pasamos por el recibidor, mientras de reojo ella se miró en el espejo.
Despacito llegamos a la cocina y al oído susurró chismosa: Ya está, han venido a por ella. Debe ser alguno de sus nietos.

101 pulgas, 2011.
 

1 comentario: