Yo pasaba por allí en aquel
momento y miré. Vino otro y miró. Pasó alguien que también hizo
lo mismo. Después vino uno y se quedó mirando embobado. Todo el que
pasaba por allí se quedaba como hipnotizado. Se formó un tumulto de
gente que miraba. Vinieron los guindillas de la municipalidad y en
lugar de dispersarlos se pusieron a mirar también.
―Pero
¿qué miran?...
―¡Ah,
no sé!
―Algo
mirarán, digo yo.
―Antes
sí pasaban cosas dignas de admiración.
―Claro,
antes sí pasaban cosas, pero ahora, ¡ya me dirá usted!
―Es
que son unos mirones.
―A
la gente le gusta mucho mirar por mirar.
―Es
que la gente es de lo que no hay.
Del blog del autor: Máquina de coser palabras.
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