Los mapas están hechos para
ser consultados una sola vez. Sus pliegues se configuran de acuerdo a
un patrón de movimientos que responde a una lógica de naturaleza no
secuenciada, lo que hace que una vez desdoblados, resulte imposible
volver a plegarlos adecuadamente.
Cuando
lea en un mapa la leyenda “Usted está aquí”, no se fíe. Usted
no está ahí. Se ha comprobado que dicha afirmación se puede
encontrar de manera simultánea en cientos de mapas repartidos por
toda la ciudad, lo que físicamente resulta posible sólo para
deidades y otras naturalezas ubicuas, poco frecuentes en el plano de
la realidad en el que nos movemos a diario.
Se
sabe también de la existencia de un mapa en el que aparecían
indicados todos los lugares en los que usted no estaba, pero jamás
fue comercializado por razones de tristeza.
En
determinadas culturas, los mapas simbolizan los lugares que
representan, por lo que deben ser manipulados con extrema cautela. En
ese sentido, es trágicamente célebre el descuido que cometió la
London Cargographic Society en una edición de 1932 del mapa de
Londres, donde olvidó imprimir una calle entera del barrio obrero de
Grapsberry. A pesar de que el error fue diligentemente corregido en
la siguiente edición, nunca nadie volvió a tener noticia de sus
vecinos.
En
una nota más alegre, es conocida la iniciativa del prestigioso
cartógrafo sir Philisbury Hammond, natural de New Hadder, que trató
de elaborar un mapa de su ciudad natal a escala natural y le salió
otra ciudad idéntica y contigua. Desde entonces, los viajeros que la
visitan dudan si caminan por sus calles o por las de su mapa, sin que
nadie, ni siquiera los nativos de la localidad, acierten a resolver
tan terrible duda.
Del
mismo modo que en algunos mapas aparecen indicadas las líneas de
transporte urbano o los monumentos históricos, hay otros en los que
se indican los lugares donde regularmente acuden los enamorados a
besarse, o los parques en los que la inspiración visita a los poetas
con más frecuencia. Otros señalizan las calles más proclives a las
disputas entre peatones y automovilistas, o las esquinas de la ciudad
en las que más a menudo sobrevienen inesperadas desavenencias y
deshacen sus acuerdos las parejas. Este tipo de mapas, dado su
evidente valor, no resultan fáciles de encontrar. Para que sean
eficaces deben ser hallados en lugares y momentos inesperados para
usted, por lo que no pueden ser detallados aquí.
A
pesar de lo excepcional de este tipo de mapas, de difícil
catalogación, los expertos coinciden en que los millares de modelos
existentes pueden reducirse en esencia a tres: mapas falsos, mapas
verdaderos y mapas del tesoro. Estos últimos están muy
sobrevalorados. Su fiabilidad dependerá de la correspondencia que
guarden con la noción que su usuario tenga de lo que es un tesoro.
Así las cosas, los más literales nos guiarán hasta un cofre lleno
de monedas de oro semioculto en una playa, mientras otros, acaso más
metafóricos, nos guiarán hasta una mujer de extraordinaria belleza.
Particularmente
apreciados, por último, resultan los mapas del tesoro que conducen
hasta uno mismo. Resultan difíciles de conseguir, y sólo podrán
llegar a sus manos regalados por un buen amigo o ser hallados en el
fondo de una maleta muy apreciada por usted en su juventud.
Antes
de emprender su viaje, asegúrese de que el mapa que guía sus pasos
es de la clase deseada, para evitar sorpresas desagradables. De todos
es sabido que en los mapas no aparece jamás el lugar donde fueron
adquiridos, con el objeto de que no le sea posible regresar y
reclamar, en caso de que no resulten de su agrado.
Aquí yacen dragones, 2013.
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