martes, 11 de febrero de 2020

Usted está aquí. Fernando León de Aranoa.

Los mapas están hechos para ser consultados una sola vez. Sus pliegues se configuran de acuerdo a un patrón de movimientos que responde a una lógica de naturaleza no secuenciada, lo que hace que una vez desdoblados, resulte imposible volver a plegarlos adecuadamente.
Cuando lea en un mapa la leyenda “Usted está aquí”, no se fíe. Usted no está ahí. Se ha comprobado que dicha afirmación se puede encontrar de manera simultánea en cientos de mapas repartidos por toda la ciudad, lo que físicamente resulta posible sólo para deidades y otras naturalezas ubicuas, poco frecuentes en el plano de la realidad en el que nos movemos a diario.
Se sabe también de la existencia de un mapa en el que aparecían indicados todos los lugares en los que usted no estaba, pero jamás fue comercializado por razones de tristeza.
En determinadas culturas, los mapas simbolizan los lugares que representan, por lo que deben ser manipulados con extrema cautela. En ese sentido, es trágicamente célebre el descuido que cometió la London Cargographic Society en una edición de 1932 del mapa de Londres, donde olvidó imprimir una calle entera del barrio obrero de Grapsberry. A pesar de que el error fue diligentemente corregido en la siguiente edición, nunca nadie volvió a tener noticia de sus vecinos.
En una nota más alegre, es conocida la iniciativa del prestigioso cartógrafo sir Philisbury Hammond, natural de New Hadder, que trató de elaborar un mapa de su ciudad natal a escala natural y le salió otra ciudad idéntica y contigua. Desde entonces, los viajeros que la visitan dudan si caminan por sus calles o por las de su mapa, sin que nadie, ni siquiera los nativos de la localidad, acierten a resolver tan terrible duda.
Del mismo modo que en algunos mapas aparecen indicadas las líneas de transporte urbano o los monumentos históricos, hay otros en los que se indican los lugares donde regularmente acuden los enamorados a besarse, o los parques en los que la inspiración visita a los poetas con más frecuencia. Otros señalizan las calles más proclives a las disputas entre peatones y automovilistas, o las esquinas de la ciudad en las que más a menudo sobrevienen inesperadas desavenencias y deshacen sus acuerdos las parejas. Este tipo de mapas, dado su evidente valor, no resultan fáciles de encontrar. Para que sean eficaces deben ser hallados en lugares y momentos inesperados para usted, por lo que no pueden ser detallados aquí.
A pesar de lo excepcional de este tipo de mapas, de difícil catalogación, los expertos coinciden en que los millares de modelos existentes pueden reducirse en esencia a tres: mapas falsos, mapas verdaderos y mapas del tesoro. Estos últimos están muy sobrevalorados. Su fiabilidad dependerá de la correspondencia que guarden con la noción que su usuario tenga de lo que es un tesoro. Así las cosas, los más literales nos guiarán hasta un cofre lleno de monedas de oro semioculto en una playa, mientras otros, acaso más metafóricos, nos guiarán hasta una mujer de extraordinaria belleza.
Particularmente apreciados, por último, resultan los mapas del tesoro que conducen hasta uno mismo. Resultan difíciles de conseguir, y sólo podrán llegar a sus manos regalados por un buen amigo o ser hallados en el fondo de una maleta muy apreciada por usted en su juventud.
Antes de emprender su viaje, asegúrese de que el mapa que guía sus pasos es de la clase deseada, para evitar sorpresas desagradables. De todos es sabido que en los mapas no aparece jamás el lugar donde fueron adquiridos, con el objeto de que no le sea posible regresar y reclamar, en caso de que no resulten de su agrado.

Aquí yacen dragones, 2013.
 

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