En el principio fueron los
trapos.
De
los desperdicios de los estudios Keystone, Charles Chaplin eligió
las prendas más inútiles, por demasiado grandes o demasiado
pequeñas o demasiado feas, y unió, como quien junta basura, un
pantalón de gordo, una chaqueta de enano, un sombrero hongo y unos
ruinosos zapatones. Cuando tuvo todo eso, agregó un bigote de
utilería y un bastón. Y entonces, ese montoncito de despreciados
harapos se alzó y saludó a su autor con una ridícula reverencia y
se echó a caminar a paso de pato. A poco andar, chocó con un árbol
y le pidió disculpas sacándose el sombrero.
Y
así fue lanzado a la vida Carlitos el Vagabundo, paria y poeta.
Memoria del fuego III. El siglo del viento. 1986.
No hay comentarios:
Publicar un comentario