El rey de aquel país, para
perpetuarse en el poder, se propuso crear una escuela de la
confusión.
—De
ahora en adelante —explicó a sus ministros— vamos a cambiar el
significado de las palabras. A la noche la llamaremos guayaba, a la
golondrina la llamaremos mar, al toro lo llamaremos piedra, al rey lo
llamaremos gafas y así hasta completar un nuevo idioma.
Los
ministros se pusieron a trabajar y crearon, al cabo del tiempo, un
diccionario nuevo.
Todos
los niños fueron obligados a prepararse en la nueva escuela.
Cuando
estuvo lista la primera generación el rey construyó una nueva
ciudad y envío allí a hombres y mujeres.
Con
el tiempo, las siguientes generaciones confusas declararon la guerra.
Sus ejércitos se tomaron la ciudad, entraron a palacio y pusieron
preso al rey. El jefe le dijo:
—Gafas,
por principio te basamos en el plato torcido. ¡Te disfrazamos el
ajedrez por tus colas del caucho!
Al
escuchar la orden de su jefe, los hombres confusos lo llevaron a la
plaza y lo decapitaron.
El combate, 2004.
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