Primero fue un rumor ronco e ininteligible, en llamadas de teléfono que se repetían una y otra vez. Luego, unos signos indescifrables e insistentes en la pantalla del ordenador, que aparecían siempre que lo ponía en marcha. Un día, el mensaje se fue haciendo comprensible y pude leer, en un texto sin fin: debes regresar, tu misión ha terminado. Ahora sé que me esperan. Están ahí fuera, al acecho, para llevarme con ellos. Pero yo he olvidado de que misión me hablan. Yo quiero seguir aquí, entre los humanos, con mi familia mortal.
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