Estaban aburriéndose. Para cenar comieron puerco espín y luego se pincharon caballo y repasaron la colección de placas de matrículas, con un comentario especial para cada estado. Arkansas, donde «aquel oso estuvo a punto de atrapar a Hodie». Wyoming con su «forma diferente de llevar el sombrero». Mississippi: «Aquel idiota mongoloide con su esquife de barro». Dos de ellos se fueron con una lata de cinco litros de gasolina a volar la playa. Otros dos trazaron un círculo en la pared y jugaron a lanzar cuchillos de pescador. Dos más examinaron el planeta Venus y hablaron de la profecía de los Hopi. El séptimo se quedó mirando las cagadas de rata, pensando Ojalá tuviese una escopeta. Cualquier clase de escopeta. Una escopeta azul. Una escopeta rápida. Una escopeta lenta. Un duelo a fusil. Un Winchester, un Winchester de palanca, 30.30. Eso sí que es un fusil capaz de cualquier cosa. Y, además, precioso. Cuando lo tienes en tus manos te sientes a gusto. Como un cowboy. Alguien estaba pidiéndole que lavara los platos. Se puso en pie, rompió la silla contra la espalda de aquél. Se acercó otro que quería saber por que lo habia hecho. Dijo que sonaba como un Winchester.
Luna halcón, 1973.
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