Al parecer, siempre conforme a su profesora, la sabana está infestada de animales salvajes: leones, jirafas, rinocerontes, guepardos, chacales..., extremadamente peligrosos en su inmensa mayoría. Eso es lo que ha podido aprender hoy Edgar en clase. Desde entonces está aterrado, y llegada la noche le horroriza la idea de introducirse en la cama. Su madre intenta explicarle, en vano, el significado de un acento, que la sabana no tiene nada que ver con la sábana y que todo se reduce a un malentendido. Pero Edgar no las tiene todas consigo. Su padre intenta tranquilizarlo asegurándole que él custodiará la puerta durante la noche, por si hubiera algún problema. Puede parecer que el niño confía más en la falsa promesa de vigilancia del padre que en la explicación ortográfica de la madre. Y puede que así sea. No obstante, lo que en última instancia hace que se acueste es, en parte el sueño y el cansancio, en parte la seguridad que le proporcionan los monstruos que habitan debajo de su cama.
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