Cada escritor
crea a sus precursores
J.
L. Borges, Otras inquisiciones
Ahora
soy un escritor consagrado y estas cuestiones ya no me inquietan,
pero cuando empezaba a abrirme camino en el mundo literario, cansado
de oír a los críticos asociarme con determinados autores –mis
"influencias evidentes", mis "referentes",
insistían– me inventé un escritor que sería mi precursor: un
romántico danés, Lars Haugaard (1849-1898). Si me preguntaban por
un autor que me hubiera influido, siempre contestaba que "obviamente"
Lars Haugaard, el estilista nórdico, el príncipe de las letras de
Dinamarca, el bardo de Copenhague. Los sabiondos fruncían las cejas;
los prudentes afirmaban con la cabeza; los ignorantes exclamaban:
"¡Ah sí, Haugaard!". Pregonaba que mis libros no se
entendían sin su magisterio, que yo siempre sería la sombra pálida
de Haugaard. Le imaginé una obra (extensa), una biografía
(trágica), una imagen (atormentada).
Con
el tiempo, cuando me llegaron los honores, convertido yo en el
referente de los jóvenes, Haugaard se difuminó. Le olvidé.
Pero
hoy, casualmente, le he encontrado en Internet. Lars Haugaard:
novelista y poeta danés. He encargado todos sus libros. Los espero,
temeroso de haber sido su sombra pálida.
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