<< Al diablo con la Rosa. Que le den a la Juliana >>, mascullaba mamá entre dientes. << Basta ya de secretos y de esquivar miradas furtivas tras las cortinas >>. Se puso sus mejores ropas, me agarró con decisión y salimos por la puerta. << Levanta bien la cabeza, Agustín, que hoy vamos a ver a tu papá >>, dijo en voz bien alta al pasar frente a las casas de las cotillas. Y, confundido, pensé que mi madre había perdido la chaveta porque en vez de ir al cementerio fuimos directos a la casa del cura.
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