Voces desde la nada a ti
confluyen. En un bodegón de la calle del Ángel, exaltación y
lirismo, los ojos resplandeciendo en mi cara, ya no azules, ya no
verdes: carbunclos mágicos, sí. Palabras desde la nada confluían a
mi lengua. Yo contaba. ¿Que contaba? Le contaba. Me le estaba
contándome -mitad imagen, cálculo y palabra- para que dijera sí,
para que me amara. Para que me amara confluían palabras desde la
nada (transmigración a mi lengua de la de un célebre semántico, un
filólogo ahogado en mi garganta, buceando en mi memoria el alma de
un lingüista). Hablando exaltadamente. Mintiendo exaltadamudamente.
Mentando mentiras. Magnificando con mis labios para que se disolviera
su no en mi saliva. Su mirada me dibujaba en sus pupilas: allí me
vi, donante fabulosa, allí vi mis ojos que miraban los mas mínimos
gestos de un amor que nacía, sol en su cara brillando solo para mí
que lo había creado. Allí vi mis ojos mirando su cara salir del
polvo, animarse, se levantaron sus ojos, se echaron a andar, mi voz
filtro mágico levantó un cadáver, iluminaba un sexo. Y que
sintiera llamar allí, y que nos fuéramos a mi cuarto su sexo
muriéndose mil veces. Nos enterraríamos en la noche o saldríamos
de la noche (oh infinitas inenarrables posturas). Voces desde la nada
confluían a mi lengua. Esa noche hablé hasta crear un fuego.
«Y
cuál será el sentido de esas fuerzas,
mitad
imagen, cálculo y palabra?»
«Cosas
desde la nada a ti confluyen.»
G.
BENN
Escrito en España, 1963.
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