“Luego de caminar por las
extensas planicies de la escritura, los tigres llegan al río del
silencio. Ahí se bañan y olvidan que están hechos de tiempo y de
sangre. A sus pieles mojadas se adhiere la palabra ’pez’. La
tigresa puede nadar debajo del agua a gran velocidad; el tigre da
brincos contra la corriente. Juegan a acariciar burbujas.
-¿A
quién le contaremos nuestra historia?- pregunta ella.
-¿Cuál
historia?- pregunta él.
Los
tigres jadean bajo el sol implacable y sus patas se hunden en la
arena. Tienen sed. Saben que morirán si no encuentran una mano que
morder, aquella que los escribe en la mitad de la noche”.
Diálogo de tigres, 2011.
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