Disolución del miedo I.
De los muros de ciertas catedrales
brotan monstruos de piedra, tumores amenazantes que disuaden con su
gesto demoníaco la tentación de ateísmos, anatemas y apostasías.
Temen
las gárgolas a la lluvia, al lametón de los años, al mordisco de
las ventiscas que reiteran su quejido cada invierno. Temen,
condenadas a la esclavitud que funde sus pies a la eternidad del
muro, que su rostro terrorífico, sus rasgos extremos queden diluidos
alguna vez ante la persistencia del agua, del tiempo, del aire,
perdiendo su empleo de tenebrosas guardianas de la cristiandad.
Quieren,
las gárgolas, perseverar ilimitadamente en su gesto avieso,
aventurarse al abismo que sólo pueden observar sin pausa, deseando
desprenderse del muro y volar…
Disolución del miedo II.
… o ansían quizá las gárgolas
que el agua redondee sus perfiles de miedo, que suavice el viento
tanta perversidad, sueñan con que fieles o impíos no eludan el
horror de su semblante, que les dediquen una mirada dulce, amorosa,
un beso o un guiño cómplice, que comprendan que también ellas son
capaces de bondades y afectos.
Anhelan,
en fin, las gárgolas que su maldad labrada en la piedra sea sólo
máscara teatral que puede caer, cascarillas de un fruto que añora
ternuras…
Me encanta el color verde de tu blog
ResponderEliminarTe abrazo desde Miami