Ahora abro los ojos y recuerdo:
brilla
y se apaga, eléctrica y oscura,
con
alegrías y padecimientos,
la
historia amarga y mágica de Cuba.
Pasaron
los años como pasan peces
por
el azul del mar y la dulzura,
la
isla vivió la libertad y el baile,
las
palmeras bailaron con la espuma,
eran
un solo pan blancos y negros
porque
Martí amasó su levadura,
la
paz cumplía su destino de oro
y
crepitaba el sol en el azúcar,
mientras
maduros por el sol caía
el
rayo de la miel sobre las frutas:
se
complacía el hombre con su reino
y
la familia con su agricultura,
cuando
llegó del Norte una semilla
amenazante,
codiciosa, injusta
que
como araña propagó sus hilos
y
extendió una metálica estructura
que
hundió clavos sangrientos en la tierra
y
alzó sobre los muertos una cúpula.
Era
el dólar de dientes amarillos,
comandante
de sangre y sepultura.
Canción de gesta, 1960.
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