En la segunda parte del siglo XX, la creciente defensa de los derechos de los animales afectó gravemente al circo tradicional. En 1982 el pequeño circo Fallon, de los Estados Unidos, fue acusado de hambrear y martirizar a sus animales, a los que se exhibía en jaulas tan sucias como estrechas y se azotaba sin piedad en cada función, para diversión y escándalo de los espectadores. El fiscal levantó la acusación cuando se comprobó que los damnificados eran en todos los casos actores disfrazados.
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