Aquella mañana, luego de un apacible sueño de amapolas, Gregorio despertó convertido en un horrible ser humano. Estaba en posición decúbito prono, arriba de un armatoste y cubierto por un lienzo blanco. Sintió tres golpes en la puerta y la suave voz de una mujer: -K, el desayuno está listo. Intentó bajar, pero se fue de bruces al suelo. Miró con pavor sus extremidades inferiores y las superiores, que terminaban en cinco alas pequeñas, desnudas. Se irguió con dificultad y al segundo tuvo que apoyarse, mareado y asustado. La mujer hacía preguntas que no pudo contestar. Entonces, abrió la ventana y el sol cegó sus ojos. Batió las diez alas con vigor y voló donde nadie jamás pudiera encontrarlo.
Imagen: ilustración de Luis Scafati. Kafka como Gregor Samsa.
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