miércoles, 22 de mayo de 2024

El carpintero Kushakov. Daniil Jarms.

Érase que se era un carpintero. Se llamaba Kushakov. Un día, salió de su casa y fue a una tienda a comprar cola de carpintero. Era la época del deshielo y la calle estaba resbalosa. El carpintero dio unos pasos, patinó, se cayó y se rompió la frente.
Ugh —dijo el carpintero, se levantó, fue a la farmacia, compró una venda y se emparchó la frente.
Pero cuando salió a la calle y dio unos pasos, volvió a resbalar, se cayó y se rompió la nariz.
Fu —dijo el carpintero, entró en la farmacia, compró una venda y se remendó la nariz.
Luego, salió nuevamente a la calle, resbaló otra vez, se cayó y se rompió el pómulo. Tuvo que volver a entrar a la farmacia para componerse el pómulo con una venda.
¿Sabe una cosa? —le dijo el farmacéutico al carpintero—, usted se cae y se lástima tan a menudo que le aconsejo que compre varias vendas.
No —contestó el carpintero—. Ya no me caeré.
Pero cuando salió a la calle, resbaló nuevamente, se cayó y se rompió el mentón.
¡Maldito hielo! —exclamó el carpintero, y volvió a entrar corriendo en la farmacia.
¿Ve? —dijo el farmacéutico—. Volvió a caerse.
No —gritó el carpintero—. Ni siquiera soporto que hablen de eso. Deme una venda, pronto.
El farmacéutico le dio una venda. El carpintero se vendó el mentón y corrió a su casa.
En su casa, no lo reconocieron y no lo dejaron entrar en el departamento.
Soy el carpintero Kushakov —chilló el carpintero.
¡No diga! —contestaron los ocupantes del departamento, y echaron el cerrojo y pusieron la cadena.
El carpintero Kushakov se quedó momento en la escalera, escupió y salió la calle.


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