La noche no quiere venir
para
que tú no vengas
ni
yo pueda ir.
Pero
yo iré
aunque
un sol de alacranes me coma la sien.
Pero
tú vendrás
con
la lengua quemada por la lluvia de sal.
El
día no quiere venir
para
que tú no vengas
ni
yo pueda ir.
Pero
yo iré
entregando
a los sapos mi mordido clavel.
Pero
tú vendrás
por
las turbias cloacas de la oscuridad.
Ni
la noche ni el día quieren venir
para
que por ti muera
y
tú mueras por mí.
El diván del Tamarit. 1940.
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