Manuel se levanta por la mañana y despierta a los niños. Prepara café y desayuna con su mujer. Luego se despide cariñosamente de los críos al dejarlos en el colegio. Cuando llega al trabajo saluda afectuosamente a todos sus compañeros. Son ya muchos años. Llama a los clientes, come en la fiambrera que Aurora le ha preparado y se deshace de todas las facturas. Más tarde, vuelve a despedirse entre bromas de cada uno de sus colegas.
Aprovecha ese tiempo muerto que hay entre el fin de la jornada laboral y la recogida de los chicos de la piscina, para hacer la compra en el supermercado. Con el maletero lleno de alimentos y el coche inundado de risas de los niños, se dirige a casa. Ella no ha llegado todavía. Cuando por fin lo hace, una deliciosa cena humeante le espera en la cocina. La besa, la mima, le dice lo guapa que es ella, lo afortunado que es él. Acuesta a los niños, les da un beso de buenas noches después de leerles un cuento. Cuando entra en la habitación ve a su mujer dormida con un libro entre las manos. Le quita las gafas y deja el libro en la mesita. Se sienta a su lado en la cama y la arropa. A continuación, abre el cajón y saca un revólver. Aurora se remueve, se gira. Él mira el cañón, de frente. Se lo mete tan profundo en la boca que el dolor le provoca una lágrima. Aprieta el gatillo. Ella carraspea. Manuel inspecciona con la punta de los dedos sus sesos desparramados por el cabezal de la cama, como si fuera la primera vez que los ve. Tiene sueño. Apaga la luz. Al día siguiente ha de pasar por Hacienda antes de ir a la oficina.
Antología del microrrelato español. (1906 - 2011), 2013.
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