La
línea levantó la cabeza y me mordió la mano con que la escribía.
Comprendí que mi obsesión con el microrrelato era excesiva y me
puse a escribir un cuento de extensión convencional. Un párrafo se
enroscó y saltó hacia mí, hiriéndome en el calcañar con su cola
ponzoñosa. Entonces me instalé en el territorio más conocido de la
novela. Algunos capítulos suscitan mi desconfianza. Vivo inquieto,
maquinando estrategias para proteger la yugular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario