Habíamos
salido de vacaciones en dos coches, pues mi trabajo me obligaba a
regresar a casa unos días antes. Viajaba primero yo, y unos metros
más atrás, con los niños, venía Clara.
A
medida que caía la noche, la autopista se había ido quedando en
calma.
Escuchaba
música en la radio cuando, surgido de la nada, apareció frente a mí
el Kamikaze. Los ojos amarillos del Kamikaze.
Logré
esquivarlo de un volantazo.
Miré
hacia atrás sintiendo que yo era ya mi pasado, que el futuro estaba
sucediendo a mis espaldas.
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