A
los correctores de estilo de las editoriales.
Esta
historia no me pertenece. Tampoco puedo decir que como me la contaron
yo la cuento, porque para menor afán de los personajes he ido
cambiando varias cosas. Así, en mi versión, a la hija recién
nacida de la nueva favorita no la roba una concubina despechada y la
abandona en un bosque; ni los campesinos que la encuentran la venden
a un carbonero; ni la mujer del carbonero, celosa, la cede gratis a
uno de los ínfimos burdeles que rodean la ciudad; ni la toman
prisionera los piratas cuando por fin ha conseguido escapar; ni el
ilusionista que la rescata la usa para probar sus trucos más
peligrosos; ni el príncipe heredero que se enamora de ella al verla
en un espectáculo en palacio es asesinado cuando, después de
haberle ofrecido matrimonio, está regresando a sus habitaciones sin
la protección de los guardias; ni ella, de pie bajo la luz de la
luna junto al estanque de los lotos empieza a desvestirse para poner
fin a sus desdichas ahogándose; ni se oye el grito de la que un
tiempo fuera nueva favorita y es ahora emperatriz, que acaba de
enterarse del asesinato de su hijo y que, asomándose a la ventana
del pabellón especialmente construido para admirar la magnificencia
de los lotos en flor, reconoce el lunar en forma de mariposa de
aquella hija raptada hace tantos años en la piel blanquísima de la
espalda de la desconocida que va entrando en el agua.
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