Adrián
Bennet sube al tren y cuando va a sentarse observa que se han
olvidado sobre el asiento una novela de tapas amarillas. No tiene
tiempo de examinarla porque en ese momento entra en el vagón un
hombre de anteojos negros y boca avinagrada que acomoda la valija, se
arrellana frente a Bennet y se queda inmóvil. Bennet, intimidado, no
se atreve a dirigirle la palabra. El viaje es largo. Mira por la
ventanilla, se aburre, intenta dormir pero no lo consigue y de pronto
recuerda la novela que encontró en el asiento. Ya tiene con qué
entretenerse. La examina. El título no le dice nada, el autor le es
desconocido. La hojea a saltos. Parece ser una novela policial en la
que cierto detective, sospechando que el viajante de comercio Walter
Lynch es en realidad un sicario al servicio de la Organización, va
en pos de él a Villa María, le sigue los pasos hasta el hotel, lo
acecha por el ojo de la cerradura y ve cómo despanzurra al
incorruptible periodista.
El
tren acaba de parar. El hombre de los anteojos negros y la boca
avinagrada se pone de pie y agarra la valija, en cuyo marbete Bennet
alcanza a leer: “Walter Lynch”. Rápido como la luz, Bennet
arroja una mirada por la ventanilla y en el letrero de la estación
lee: “Villa María”. ¡Pronto! ¿qué hacer? Piensa que su
obligación es bajarse, seguir a Walter Lynch, acecharlo,
denunciarlo, pero opta por no entrometerse.
El
tren empieza a alejarse. Aliviado y avergonzado, Bennet entiende que
acaba de escaparse de un peligro futuro pero no sabe exactamente de
cuál. Para averiguarlo abre la novela y busca la revelación de lo
que le pasó al detective cuando, después de ser testigo del
asesinato en Villa María, tuvo que dar la cara al asesino. Antes la
había hojeado a saltos; ahora la lee página por página. En la
novela, que ya no es policial, sino psicológica, se describe un
asesinato en Villa María pero, por más que se busque, allí no
figura ningún detective.
¿espera que?
ResponderEliminarCuál es el orden?
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