Tifón
(hijo disforme de la Tierra y del Tártaro) y Equidna, que era mitad
hermosa mujer y mitad serpiente, engendraron la hidra de Lerna. Cien
cabezas le cuenta Diódoro el historiador; nueve, la Biblioteca de
Apolodoro. Lempriére nos dice que esta última cifra es la más
recibida; lo atroz es que, por cada cabeza cortada, dos le brotaban
en el mismo lugar. Se ha dicho que las cabezas eran humanas y que la
del medio era la eterna. Su aliento envenenaba las aguas y secaba los
campos. Hasta cuando dormía, el aire ponzoñoso que la rodeaba podía
ser la muerte de un hombre. Juno la crió para que se midiera con
Hércules.
Esta
serpiente parecía destinada a la eternidad. Su guarida estaba en los
pantanos de Lerna. Hércules y Yolado la buscaron; el primero le
cortó las siete cabezas y el otro fue quemando con una antorcha las
heridas sangrantes. A la última cabeza, que era inmortal, Hércules
la enterró bajo una gran piedra, y donde la enterraron estará
ahora, odiando y soñando.
En
otras aventuras con otras fieras, las flechas que Hércules mojó en
la hiel de la hidra causaron heridas mortales.
Un
cangrejo, amigo de la hidra, mordió durante la pelea el talón del
héroe. Éste lo aplastó con el pie. Juno lo subió al cielo, y
ahora es una constelación y el signo de cáncer.
Libro de los seres imaginarios. Borges y Margarita Guerrero, 1957.
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