En
la parada del ómnibus me resuena una frase de los diarios de Kafka.
La leí hace minutos y me neurotizó de un modo opresivo: oh,
bastante esperanza, infinita esperanza, sólo que no para nosotros.
Veo
que se acerca el ómnibus y, torpe de mí, se me cae la moneda de un
peso a la calle, directo a la panza de los autos. Es mi única
moneda. El muchacho que esperaba otro ómnibus, detrás de mí, me da
su propia moneda. "Yo tomo la que se te cayó, cuando corte el
semáforo”. Subo con la moneda de un desconocido y siento una ola
de esperanza, aquí, ahora, para nosotros.
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