Cuando
usted sale de su casa obsesionado con la idea de comprarse un espejo,
se puede decir que ha dado por vez primera un gran paso en su vida.
Pero si además de dicha decisión descubre que no desea un espejo
cualquiera, sino uno especial que se adapte a su temperamento, su
carácter y su figura, se podría decir que usted sabe lo que quiere
de la vida. Y si después de recorrer toda la ciudad, de pronto se
descubre en un viejo barrio judío discutiendo el precio de un
insignificante y carcomido espejo, usted pensará que la vida y el
destino han sido pródigos al brindarle esa oportunidad. Y si al
llegar a su casa con el espejo se va directo al baño, lo cuelga, lo
cuadra y luego se mira durante un largo instante en él, tratando de
encontrar su imagen que no aparece por ningún lado, entonces usted
tendrá que aceptar la realidad de su muerte.
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