1.
Se
quedó mirando fijo los ojos de la mariposa. Después la abofeteó con rudeza
antes de preguntarle por última vez:
-Contesta,
si aprecias tu vida. No sigas protegiéndolo. ¿Dónde está el maldito Chuang Tzu?
2.
Clavó
nuevamente la cachiporra electrónica en los genitales del vencido escarabajo.
Sin dejar de aplicársela, preguntó por última vez.
-No
repetiré la pregunta, monstruoso insecto. ¿Qué le hiciste a Gregorio Samsa?
3.
Observó
con desprecio al díptero a través de la enorme lupa, a sabiendas que estaba
condenado irremisiblemente. Disparó con precisión el láser sobre uno de sus
ojuelitos, desintegrándolo. El insecto vibró de dolor.
-¿Cuántos
pares son tres moscas? –aulló el interrogador.
Utilizó
el rayo para seccionar una de sus piernas traseras. Una mínima voluta de humo
emanó del exoesqueleto y los élitros temblaron.
-Un
mosquito mata un león. No te hagas el inocente y contesta. Antes he matado a
siete de un golpe –le quemó una docena de ojuelitos.
-En
boca cerrada no entran moscas –replicó el díptero, sellando su suerte.
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