Nunca le perdoné a mi hermano gemelo que me
abandonara durante siete minutos en la barriga de mamá, y me dejara allí, solo,
aterrorizado en la oscuridad, flotando como un astronauta en aquel líquido
viscoso, y oyendo al otro lado cómo a él se lo comían a besos. Fueron los siete
minutos más largos de mi vida, y los que a la postre determinarían que mi
hermano fuera el primogénito y el favorito de mamá.
Desde entonces salía antes que Pablo de todos los
sitios: de la habitación, de casa, del colegio, de misa, del cine, aunque ello
me costara el final de la película. Un día me distraje y mi hermano salió antes
que yo a la calle, y mientras me miraba con aquella sonrisa adorable, un coche
se lo llevó por delante. Recuerdo que mi madre, al oír el golpe, salió de la
casa y pasó ante mí corriendo y gritando mi nombre, con los brazos extendidos
hacia el cadáver de mi hermano. Yo nunca la saqué del error.
No hay comentarios:
Publicar un comentario