Los del piso de arriba están ya a punto de echarlo de
su casa -se la tienen sentenciada desde hace meses: taconeos, portazos, lo peor
las incomprensibles bolas rodadoras de madrugada- cuando se pone en venta el
piso que pisa a los vecinos de arriba. Lo compra. Le va a dar la vuelta a la
tortilla. Lo primero es comprar la bolsa de canicas. Por asociación de ideas o
de recuerdos, comprar también un trompo. Minutos después se ve adquiriendo el
álbum y los sobres de cromos. Dos bolsitas de chuches surtidas. Y ya en otra
tienda, se comprende, le viene su nombre en inglés, Peter, y compra el
apellido: cinco vienas y dos bollos, ciento setenta, y mira la manera mejor de
esconder las monedas de la vuelta a ese tipo que salió de casa hecho una furia
a comprar los artilugios para vengarse de unos vecinos que ahora se acuerda y
se frota las manos quedan debajo y se van a enterar, vaya lapsus.
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