Cuentan que en el cielo,
las nubes se tumban bocabajo y observan ensimismadas las formas y movimientos
de los hombres. También cuentan que en los bosques de personas, los árboles
marcan, a cuchillo, espaldas y barrigas con algún que otro corazón de
enamorado. O que desde el mar, los peces lanzan mensajes embotellados que
naufragan en la desesperanza de la arena de las playas. Y aún a sabiendas de
que todo es mentira, hundo mi mano en la orilla hasta notar con mis uñas la
cruda irrealidad de la arena mojada.
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