domingo, 7 de julio de 2019

El mirlo blanco. Pablo Albo, Pep Bruno, Félix Albo.


“Miro al cielo soberbio, encapotado. Llueve levemente y hay algunos pájaros volando. Pero ninguno es el mirlo blanco. Hará ya diez años desde que lo vi. Yo estaba aquí, inevitablemente en el mismo sitio, y él vino a posarse en mi mano. Fue un instante. Un segundo. Menos. Sé que era un mirlo blanco. El mirlo blanco que han buscado generaciones de hombres y monstruos. Y se posó aquí, en mi mano, con su plumón de seda y su blancura celeste. En mi mano. Ni siquiera pude decirle “detente, espera, escucha…” o “rescátame, sé que eres el mirlo blanco, el dador de ánima, de aliento, de vida…”. Nada. Enseguida emprendió el vuelo. Pero yo sigo esperando, eternamente esperando, a que vuelva a mi mano el mirlo blanco y me dé el alma.”
Todo esto piensa la estatua junto a la que me he sentado, en este parque, en esta tarde de cielo soberbio, encapotado, en la que llueve levemente.


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