La puerta de la jaula
había quedado abierta. El pajarito se plantó, con un ligero salto, en la
entrada y desde allí miró el vasto mundo, primero con un ojo y después con el
otro. Por su pequeño cuerpo pasó el estremecimiento del deseo de los espacios
vastos, para los cuales estaban hechas sus alas, pero después pensó: «Si salgo,
podrían cerrar la jaula y yo quedaría preso fuera». Volvió a entrar y poco
después vio, con satisfacción, cerrarse la puertecita que sellaba su libertad.
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