Estaba
aproximándose a un momento clave de su Primer Libro de Historia.
Presintiendo lo que podría suceder con la llegada del inminente año
456 –tanta barbarie no pintaba nada bien–, el niño pasó la
página con sumo cuidado, reteniendo la respiración, temeroso de que
un descuido de sus temblorosos deditos pudiera provocar el desplome
definitivo del castigado Imperio Romano de Occidente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario