Paso
todos los días con mi perro por delante de una casa con jardín
donde en tiempos vivió otro perro que nos ladraba. Al mío se le
erizaban los pelos unos metros antes de llegar a la verja tras cuyos
barrotes aparecía el rostro oscuro de su adversario. Una vez cara a
cara, se enseñaban los dientes y hacían grandes manifestaciones de
odio mientras yo sujetaba al mío de la correa. Se trataba de un rito
más o menos inocente al que todos estábamos acostumbrados. Un día
el perro enemigo no apareció tras la verja. Casualmente, esa misma
tarde me encontré en el mercado con su dueño, que me dijo que había
muerto. Le di el pésame y pedí tres cuartos de kilo de chuletas de
cordero.
De
eso hace ya un año, más o menos. Sin embargo, cada vez que pasamos
por delante de la casa del perro muerto, el mío se eriza como la
primera vez y lanza hacia el interior del jardín tres o cuatro
ladridos de advertencia. A mí me hace gracia, pues ya le he dicho
varias veces y en distintos idiomas (menos el suyo, evidentemente)
que su enemigo está muerto, y que por lo tanto hace un gasto inútil
de agresividad y adrenalina. El otro día, sin embargo, se me ocurrió
de súbito la posibilidad de que mi perro ladrara al fantasma del
animal fallecido. Es obvio que él no está, pero cómo asegurar que
no se ha quedado su fantasma. Se lo comenté a un amigo aficionado a
asuntos esotéricos y no le pareció descabellado. El mundo, dijo,
está lleno de espíritus que los seres humanos no percibimos porque
hemos perdido esa capacidad, si algún día la tuvimos. Mi gato,
añadió, juega todos los días en el jardín con el fantasma de otro
animal cuya naturaleza no he logrado averiguar.
Fantasmas.
Estuve dándole vueltas al asunto y pensé que yo mismo me pongo
muchas veces en guardia para defenderme de situaciones irreales.
Basta que algo evoque un asunto doloroso de la infancia o de la
juventud para que reaccione como si la situación aquella volviera a
repetirse. A veces soy yo, sin darme cuenta, quien provoca su
repetición, para justificar mi agresividad sin duda. El mundo está,
en efecto, lleno de fantasmas. La pregunta es si se encuentran dentro
o fuera de nuestra cabeza.
Articuentos escogidos, 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario