La
telefonía móvil acaba de desarrollar un novedoso sistema de
comunicación. Consiste en buscar en la agenda del aparato el nombre
de la persona amada y, una vez localizado, besar la pantalla. El beso
saldrá dirigido inmediatamente.
El sistema tiene una enorme
ventaja con respecto a los anteriores: El mensaje no llega al
teléfono de la persona sino directamente a su corazón.
En el
haber, no obstante, hay todavía dos pequeños detalles, en los que
los ingenieros están trabajando para perfeccionar el servicio. El
primero es que, a diferencia de los tradicionales, estos mensajes
todavía tardan demasiado tiempo en llegar (meses, a veces años). El
segundo (que no es una anomalía misma, sino una consecuencia de lo
anterior), es que las demoras hacen que los mensajes se vuelvan
volátiles, con lo cual casi siempre acaban incrustados en corazones
desconocidos, cuando no estampados contra un árbol.
La vida misma y otras microficciones. Fabián Vique, 2010.
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