Una
noche, a orillas del Nilo, una hiena se encontró con un cocodrilo.
Ambos se detuvieron y se saludaron. La hiena dijo:
-¿Cómo
vas pasando el día, Señor?
-Muy
mal -respondió el cocodrilo-. A veces, en mi dolor y tristeza,
lloro. Y entonces las criaturas dicen: “Son lágrimas de
cocodrilo”. Y eso me hiere mucho más de lo que podría contar.
Entonces
la hiena dijo:
-Hablas
de tu dolor y de tu tristeza, pero, piensa por un momento en mí.
Contemplo la belleza del mundo, sus maravillas y sus milagros y,
llena de alegría, río, como ríen los días. Y los pobladores de la
selva dicen: “No es sino la risa de una hiena”.
El vagabundo, 1976.
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