martes, 24 de diciembre de 2019

Perdido. Alberto Fuguet.

En un país de desaparecidos, desaparecer es fácil. El esfuerzo se concentra en los muertos. Los vivos, entonces, podemos esfumarnos rápido, así. No se dan ni cuenta, ni siquiera te buscan. Si te he visto no me acuerdo. La gente de por allá, además, tiene mala memoria. No se acuerdan. O no quieren acordarse.
Una vez, una profe me dijo que estaba perdido. Le dije: para perderse, primero te tienes que encontrar.
Luego pensé: ¿y si es al revés?
Llevo quince años borrado. Abandoné todo y me abandoné. Tenía una prueba y no la di. Mi novia estaba de cumpleaños, pero no aparecí. Me subí a un bus que iba a Los Vilos. No lo tenía planeado. Sólo pasó. Pasó lo que tenía que pasar. Ya no había marcha atrás.
Al principio, me sentí culpable; luego, perseguido. ¿Me andarán buscando? ¿Me encontrarán? ¿Y si me topo con alguien?
Nunca me topé con nadie.
El mundo, dicen, es un pañuelo. No es cierto. La gente que dice eso no conoce el mundo. El mundo es ancho y, sobre todo, ajeno. Puedes vagar y vagar y a nadie le importa.
Ahora soy un adulto. Algo así. Ahora tengo pelo en la espalda y a veces el cierre no me cierra. He estado en muchas partes, he hecho cosas que jamás pensé hacer. Pero uno sobrevive. Uno se acostumbra. Nada es tan terrible. Nada.
He estado en muchas partes. ¿Han estado alguna vez en Tumbes? ¿En el puerto de Buenaventura? ¿En San Pedro Sula? ¿Han estado alguna vez en Memphis, Tennessee?
Seguí, como un cachorro, a una cajera de un K-Mart hasta El Centro, California, un pueblo que huele a fertilizante. El comienzo de la relación fue mejor que el fin. Después trabajé en los casinos de Laughlin, Nevada, frente al río Colorado. Viví con una mujer llamada Francis y un tipo llamado Frank en una casa al otro lado, en Bullhead City, pero nunca nos veíamos. Nos dejábamos notas. Los dos tenían mala ortografía.
Una vez, en una cafetería de Tulsa, Oklahoma, una mujer me dijo que le recordaba a su hijo que nunca regresó. ¿Por qué crees que se fue? Le dije que no sabía, pero quizá sí.
O quizá no.
Terminé, sin querer, enseñando inglés a niños hispanos en Galveston. La bandera de Chile es casi igual a la de “Texas. Una de las niñas murió en mis brazos. Se cayó del columpio. La empujé demasiado alto y voló. Voló como dos minutos por el húmedo cielo del Golfo. Yo no quise herirla y, sin embargo, lo hice. ¿Qué puedes hacer al respecto?
¿Qué puedes hacer?
¿Han estado en Mérida, Yucatán? En verano hacen 48 grados y, los domingos, cierran el centro de la ciudad, para que la gente baile. A veces me consigo una muchacha y bailo.
El año pasado decidí googlearme. Quizá me estaban buscando. No me encontré. Sólo encontré un tipo que se llama igual que yo que vive en Barquisimeto, Venezuela, y tiene un laboratorio dental. El tipo que se llama igual que yo tiene tres hijos y cree en Dios.
A veces sueño que vivo en Barquisimeto, que tengo tres hijos, que creo en Dios. A veces sueño que me encuentran.

 Cuentos reunidos, 2018.

1 comentario:

  1. Como no perderse en este mundo, estamos perdidos o talvez no nos encontramos, talvez jamás nos hemos buscado.

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