Al principio la Fe movía
montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el
paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios. Pero cuando
la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la
idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y
cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las
había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más
dificultades que las que resolvía.
La
buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas
permanecen por lo general en su sitio. Cuando en la carretera se
produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que
alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.
La oveja negra y otras fábulas, 1969.
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