domingo, 16 de febrero de 2020

Malos hábitos. Araceli Esteves.

Hace 20 años que dejé el tabaco, pero en mis sueños todavía fumo. Trazo blancos caminos de humo y aspiro profundas caladas. A veces sueño que canto y fumo. O resucito a mi primo ahogado para hablar con él de tonterías, para reírme y dar golpecitos nerviosos a un cigarrillo como si retirara ceniza inexistente. También fumo con mi madre muerta y, escondidas entre humo azul, diluimos culpas antiguas. Vuelvo a la universidad y contesto alguna pregunta incierta de un delirante examen oral de lingüística. Mientras intento hilvanar las frases que me permitan conseguir el aprobado, mi desamparo fuma ducados, una marca que siempre he detestado.
Cuando por la mañana abro los ojos, debo darme mucha prisa. Antes de despertar a mis hijos tengo que lavar y frotar bien mis dientes. Ya se han quejado más de una vez del intenso olor a nicotina de mis besos.

 

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